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Andreas Gursky: De fotos caras y masas

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Andreas Gursky: De fotos caras y masas

«Debe dejarse hablar a la realidad por sí misma, porque es tan creativa que el hombre no puede más que quedarse atrás».- Andreas Gursky

El fotógrafo mas caro del arte contemporáneo; ese es Andreas Gursky. Sin embargo, no ha sido esa ni remotamente la motivación a la hora de elegir su figura para esta nueva entrada de Mistolabis. La única motivación, obviamente, han sido sus fotografías.

El caso es que algunas de sus grandilocuentes imágenes ya las había visto otras veces pero debido a mi natural despiste nunca las asocié a un único autor. Una vez asociadas a su persona, y te gusten o no, sus capturas no se te olvidan.

Gursky nació un enero de 1955 en Leipzig (Alemania). Hijo de fotógrafos comerciales, ya de pequeño se empapó del saber hacer de sus padres en el campo de la fotografía publicitaria.

En 1987 se licenció en la Escuela de Arte de Dusseldorf, donde entra a formar parte del grupo de la Escuela de Becher, teniendo como maestros y artistas de referencia a Berd y Hilla Becher; prestigiosos fotógrafos industriales. El trabajo de Gursky se encuentra profundamente influido por esta pareja de profesionales. Su diferencia principal es que Gursky se decanta por el uso del color frente al blanco y negro de sus antecesores.

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Las imágenes de Gursky se caracterizan por tres factores primordialmente: su gran formato, su falta absoluta de profundidad y su impersonalidad.

A cualquiera que contemple estas imágenes le parecerá observar un enorme catálogo, donde los sujetos u objetos son presentados desde la distancia, con frialdad. Las imágenes posee una cuidada composición por parte del fotógrafo unida a la composición ya hecha por los seres humanos que distribuyeron los objetos en el centro comercial, los animales en las granjas, los bailarines en el escenario o los apartamentos en el bloque de edificios. Gursky se limita a plasmar con su cámara de formato completo la composición ya establecida de antemano. La arquitectura de las megaciudades, las tiendas de lujo, los salones de baile o los espacios industriales son algunas de sus frecuentes localizaciones.

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Sin embargo, y a pesar de ser el constructor de las atiborradas composiciones, el ser humano aparece como un punto insignificante en la fotografía de Gursky, un elemento a distribuir más. A veces incluso las personas parecen muñecos inertes colocados en una maqueta. La crítica al mundo globalizado es contundente. Y lo paradójico es una producción fotográfica tan potente a nivel crítico-social ha sido absorbida por la industria del arte hasta tal punto que algunas  de estas imágenes se cotizaron como unas de las fotografías más caras de la historia. La primera de ellas, en el año 2007 fue vendida por la casa Sotheby’s de Londres por más de 3 millones de dólares. La imagen representa un almacén repleto de productos a 99 céntimos.

En el año 2011 Gursky volvió a romper moldes monetarios cuando otra de sus imágenes fue subastada por la prestigiosa casa Christie’s en nada más y nada menos que 3,2 millones de euros. La imagen fue tomada en el río Rin en 1999 y corresponde a uno de seis ejemplares que componían la serie. Su título: «Rhein II».

«Rhein II» mide más de tres metros de largo por 1,85 de alto y está montada sobre un bastidor de plexiglás. Aunque por grande que sea el soporte sobre el que esté expuesta ningún tipo de soporte es capaz de abarcar las fotografía de Andreas Gursky, que exceden los límites de cualquier formato. El ojo que las contempla desearía romper el marco y continuar desarrollando la foto. Esa es la sensación de inabarcabilidad que producen las obras de Gursky. Esta sensación es propiciada por el hecho de que no hay un punto de enfoque central en las imágenes. Por más que uno busque el punto desde donde surge todo no lo encuentra y por lo tanto la vista se dedica a recorrer todo el plano, de un punto anodino a otro punto anodino. Porque las fotografías de Gursky, son tan hiperrealistas (se le puede considerar un fotógrafo documental) que parecen construir mundos oníricos o surrealistas. Y es que quizás no estamos acostumbrados a contemplar tanta porción de realidad empaquetada de una sola vez.

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Como decía antes, Gursky, en su intento por clasificar artísticamente nuestro globalizado mundo evita cualquier profundidad haciendo uso de una iluminación completamente plana y situándose a una distancia más que considerable del objetivo. Su atención recae en la visión de conjunto huyendo por completo de esperar a que ocurra algo aparte de la combinación de elementos naturales como la luz o la dirección del viento. Más allá de eso lo que tenía que ocurrir ya ha ocurrido. No hay «momento decisivo» que esperar a lo Cartier Bresson. La estrategia de Gursky pasa por buscar la mejor ubicación y colocarse en un punto de vista un poco elevado para darle esa nota característica a sus fotos panorámicas.

Andreas Gursky no tiene secretos en cuanto a la edición de las fotografías. Muchos de sus interiores están agrandados digitalmente para crear una sensación de mayor amplitud. Ese es un gran retoque. Otras veces borra fondos (como en «Rhein II») o modifica los productos de un catálogo levemente, como en las imágenes realizadas para zapatos de Prada, en las cuales si uno se para a mirarlas fijamente puede como se han mezclado zapatos de invierno con zapatos de temporada veraniega.La marca Prada nunca compondría un escaparate mezclando ambos tipos de calzado pero Gursky es Gursky y sus fotografías son tan emblemáticas que se puede permitir ciertas licencias.

¿Cómo va equipado Andreas Gursky en sus sesiones de trabajo? Su cámara, de gran formato, es bastante pesada y lleva largas placas de negativo de 4 x 5 pulgadas (12,50 x 10 cms) que ofrecen a la imagen cierta perspectiva chata y clásica. Y es que Andreas busca aquellos momentos en los que la realidad más objetiva se asemeje a una composición pictórica. Y si no consigue que se asemeje une las tomas hasta acercarse a ese propósito. El individuo es un elemento más en esa realidad, cobrando la misma importancia que otros objetos. Ni siquiera en las imágenes tomadas durante un concierto de Madonna Gursky permite que esta sea ensalzada como una estrella. Al contrario aparece igual de pequeñita que otros sujetos.

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Con sus fotografías, Gursky nos introduce en lugares que frecuentamos con asiduidad, pero que nos enseña de un modo totalmente inesperado haciendo  que los veamos como lugares totalmente diferentes, atrayentes y vertiginosos, enseñándonos un todo parcial de un paisaje que si bien ha sido creado por el hombre, termina por parecerle extraño.

Y con estas masas tan ordenadas como distantes os abandono, una vez más, sin tristeza.

Hasta dentro de dos semanas, con un poco más de caloret.

Candela Zarútina

 

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