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He tenido una semana muy ajetreada. Tanto, que no he tenido tiempo de sentarme a escribiros. Y cuando por fin lo tengo, el teléfono no para de sonar mientras entran mil whatsapps y todo son problemas, inconvenientes y urgencias. En paralelo, en el piso de abajo están de obras, con lo que tampoco puedo atender las llamadas correctamente.

Si me miro desde fuera, me veo en la comodidad de mi hogar, con el pijama puesto, y escuchando a Glenn Gould interpretando a Bach. El escenario perfecto para sentarme a escribir tranquila. Y aún así, todos esos inputs externos a través del móvil, y el sonido de la maza golpeando las paredes que están tirando en el piso de abajo, me van estresando poco a poco y bloqueando la creatividad. ¡Qué despropósito!

Me doy por vencida. Paro. Le doy la vuelta al disco y preparo un café. Justo cuando la cafetera hace “chup-chup” me acuerdo de un artículo de YOROKOBU sobre un libro de Glenn Gould, titulado “La soledad: un ingrediente clave de la creatividad”. En ese momento dibujo una sonrisa involuntaria en mi cara: ya tengo tema para el post.

Sólo leyendo el título, sin saber nada más, no tengo más remedio que darle la razón. Si no estoy sola me resulta imposible escribir. Según me adentro en el artículo, empiezo a ponerme nerviosa porque recuerdo las palabras del profe del Avanzado contándonos cómo la preparación y desarrollo de un proyecto fotográfico personal es un trabajo muy solitario, y las repercusiones personales que esta tarea puede tener en nuestro entorno más cercano.

Ilustración del libro de Sandrine Revel "Glenn Gould: Una vida a contratiempo"
Ilustración del libro de Sandrine Revel «Glenn Gould: Una vida a contratiempo»

Pero claro, esa soledad tiene que ser en mayúsculas para ser fructífera. ¿Somos capaces de aislarnos lo suficiente del mundo exterior para que la máquina se ponga a trabajar? Esa soledad no consiste en estar solo únicamente. Debemos apagar el teléfono, y liberar nuestra mente de toda responsabilidad, o tarea pendiente. Aislarnos por completo. Durante ese rato, no tendremos ni amigos, ni familia, ni obligaciones de ningún tipo. Nos convertimos en la persona más introvertida para poder dar rienda suelta a nuestra imaginación. Siendo animales brutalmente sociales como somos, quizá por eso la genialidad escasea en esta era tecnológica.

Claro que yo no soy Glenn, tan sólo escribo en un blog.  Me pregunto, a ciertos niveles, cómo puede afectar ese tipo de ejercicio a nuestra personalidad. Veo este vídeo del pianista trabajando en su casa, y sí, veo a un genio, pero también veo a una persona con un mundo interior que no le cabe dentro, trastornado y solitario hasta un punto enfermizo. Ni soy Glenn, ¡ni quiero serlo!. Pero tengo un proyecto de fotografía por delante y me asusta pensar que pueda dejarme mella. Y al mismo tiempo pienso, que si consigo aislarme lo suficiente para que así sea, quizá hasta pueda hacer algo de más o menos calidad. Por lo que también me excita.

Vuelve a sonar el teléfono, y tiro de frases hechas como “que se pare el mundo que me bajo”, o “yo me tiro al monte”, porque así, queridos, en este nuevo mundo a todo trapo, no hay quién se concentre. ¿Hubiera podido Glenn trabajar de haber existido el teléfono móvil e Internet en su época? ¿Sería hoy quién es, de haber compartido existencia con nuestra generación? Nunca lo sabremos, y afortunadamente, no tenemos porqué.

Buenos días, y felices mistolabis

Glenn Gould, lavándose las manos antes de tocar el piano. Fotografía: LIFE
Glenn Gould, lavándose las manos antes de tocar el piano. Fotografía: Revista LIFE

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