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LA FOTOGRAFÍA COMO TERAPIA

Anne Brigman - Minor, The Pain of All The World (1910)

LA FOTOGRAFÍA COMO TERAPIA

La semana pasada comenzó el Curso Avanzado de Fotografía en Mistos.

Durante la primera parte, el profesor, comenzó presentándose y contándonos en qué iba a consistir la maratón de cuatro meses que tenemos por delante, para trabajar, aprender y desarrollar nuestros propios proyectos. Después nos fuimos presentando uno a uno contando quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Es interesante ver qué nos mueve a cada uno con esto de la fotografía. Unos tienen mucha sensibilidad y creatividad pero les falta técnica, y otros, todo lo contrario.

En un momento dado, José Luis, el profesor, nos preguntó, qué era para nosotros la Fotografía, cómo definiríamos esa “cosa” que hace que nos interese, cómo nos hace sentir.

Hasta no hace mucho tiempo, siempre que alguien me preguntaba si era fotógrafa yo contestaba lo mismo: “No, sólo hago fotos”. No conozco fotógrafos famosos, no sé los nombres de las fotografías icónicas, tengo muchísimo que aprender a nivel técnico, y aún tengo pendiente desarrollar un ojo crítico y un estilo propio. No sé explicarte qué es eso que tanto me fascina de hacer fotos, pero está relacionado con capturar un momento concreto, que me produzca unas sensaciones y/o emociones concretas, y hacerlo mío. También es verdad que cada uno tenemos nuestra manera de ver las cosas, y quizá sea por eso que no hay dos disparos iguales. Aunque muestro mis fotos online, nunca he hecho una exposición (“porque no soy fotógrafa, sólo hago fotos”, y por ese pánico escénico que me persigue constantemente; no lo parece pero soy muy tímida), así que aún no he sentido eso que también nos decía el profesor: una vez expuesta, la foto deja de ser tuya, para ser suya, del espectador. Esa sí tiene que ser una sensación de las buenas, queridos.

Autorretrato, Alberto García Alíx
Autorretrato, Alberto García Alíx

 

Imprimo muy poquitas fotos, con un solo criterio. Son fotos que me recuerdan momentos vitales importantes.

La fotografía, como actividad, me ayuda ha conocerme, a dirigir (y digerir también) mi vida. Me ayuda, sobretodo, a recordar esas “piedras” de la vida con las que no debo volver a tropezar.

Y este pensamiento me lleva a un libro muy especial, el cual empieza así:

“Un día, hace mucho tiempo, di con una fotografía de Jerónimo, el último hermano de Napoleón (1852). Me dije entonces, con un asombro que después nunca he podido despejar: ‘Veo los ojos que han visto al Emperador’. A veces hablaba de este asombro, pero como nadie parecía compartirlo, ni tan sólo comprenderlo (la vida está hecha así, a base de pequeñas soledades), lo olvidé. Mi interés por la Fotografía tomó un cariz más cultural. Decreté que me gustaba la fotografía en detrimento del cine, del cual, a pesar de ello, nunca llegué a separarla. La cuestión permanecía. Me embargaba, con respecto a la Fotografía, un deseo ‘ontológico’: quería, costase lo que costara, saber lo que aquella era ‘en sí’, qué rasgo esencial la distinguía de la comunidad de imágenes. Tal deseo quería decir que en el fondo, al margen de las evidencias procedentes de la técnica y del uso, yo no estaba seguro de que la Fotografía existiese, de que dispusiese de un ‘genio’ propio.”

La cámara lúcida, Roland Barthes

Este libro fue un regalo hace dos años, y en la dedicatoria se puede leer: “Para María. Para que sigas siempre tropezando sin parar”.

Desde entonces, hago fotos cada día.

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